Monday, March 26, 2007

Inyecciones.

Hoy no bebimos café como suele pasar cada lunes porque Claudia necesitaba inyección.Es curioso no? lo subjetivo que puiede ser ese tema, recuerdo que cuando tenía unos cinco o seis años cada año me ponían una especie de vacunas que constaban de unas diez inyecciones, cada que iba asanatorio lloraba, no era que las odiara, ni siquiera dolían tanto, pero cuando uno es chico simplemente le aterran las jeringas.

También cuando tenía como seis años me llevaron a sacar sangre y armé un panchote ahí en laboratorio, lo peor es que señorita saca-sanre no tenía paciencia y empezó a regañarme, más o menos por la misma época [tal vez eran las mismas vacunas pero me las pusieron en otro lado] me empezaron a póner inyecciones y no recuerdo quién me las ponía pero recuerdo que era en casa de mi abuela, recuerdo perfectamente su recámara y las colchas que tenái por esa época, de esas recuerdo perfectamente bien que eran siete, no porque tenga buena memoria médica, sino porque por esa época mi primo Felipe [que por cierto era un chillón, siempre acababa llorando cuando jugabamos pesado] tenía a los siete enanos de Blancanieves, los cuales tenían truco, unos con frío y otros con calor hacían alguna gracia, a Tontin le salía un beso, a otro se le volvía diamante un carbón, a gruñon se le quitaba el entrecejo enojado [de hecho una vez no pudimos hacer que alguno hiciera su gracia con calor y lo intentamos meter al microondas], el punto era que ese fue mi soborno, por cada vacuna que me pusieran y no llorara me iban a dar un enano, [lo cual era estúpida porque si no mal recuerdo todos venían juntos].

A pesar del soborno lloré una vez y me amenazaron con no darme el enano, pero a final de cuentas, después de unas lágrimas y unos ojos tristes me los dieron todos. El punto era que a nadie le gustan las inyecciones, uno no lo supera hasta que se hace puberto, y eso a veces, pero para mí el proceso fue diferente [por cierto alguna vez como en quinto de primaria iban a cacunarnos en escuela y había mucha gente (inyectadora y niñas por inyectar) así que recuerdo apenas haber bajado pantalón, pero la madre estaba de malas a´siq eue n un momento de histeria me bajó pantalón a más de media nalga (dejando que toooooodos me vieran) y me inyectó]. A los siete años, once meses [un diez de agosto] me llevaron al hospital y resulto que tenía diabetes. Tenía suero, me sacaban un tubo de sangre al día y me inyectaban como dos veces.

En una semana se acabó el pavor a las inyecciones, los últimos días que estuve en el hospital ya quería inyectarme sola, no se por qué, supongo que quería sentirme grande. Así que pasó el tiempo, salí del hospital y mamá me inyectaba dos veces al día, en la mañana en el brazo, en la noche en una nalga. y tiene una razón eso, en el día no podía ser en nalga porque uno camina todo el día, entonces insulina trabajaba más rápido.

No recuerdo cuando empecé a inyectarme, sólo recuerdo haberlo hecho, yo lo hacía en estómago y piernas [el primero en la mañana y tarde, el segundo por la noche] y no dolía tanto, es un piquete, son agujas pequeñísimas, primero sí seguía todo el protocolo, ese de limpiarme con alcohol y picarme y tirar jeringa en botes rojos esos, pero después terminó valiendome madres, no me limpiaba y hasta rehúsaba jeringas porque me daba hueva cargar nuevas para en la tarde.

Después perdí el control, por ahí de sexto de primaria entré a la fase rebelde en la que comía todo lo que querí y me inyectaba sin que lo notara mi mamá, el pedo era que no sabía calcular cuánto debía ponerme, asíq ue después de atascarme en recreo me inyectaba unas cincuenta unidades, está cabrón, pongamoslo así, hoy en día con cuatro unidades de insulina me baja un promedio de cien de azúcar, así que cincuenta está cabrón. Pero nunca convulsioné en esa época, me inyectaba tanto que desarrollé resistencia a la insulina y necesitaba muchísima para bajar un poco de azúcar, también llegué a tanto que recuerdo hasta haberme inyectado en auto [me inyectaba porque mamá me cagaba si tenía azúcar alta] y como papas iban adelante y yo atrás, me inyectaba en las pantorrilas [el uniforme de falda tableaba fue muy útil ahí].

También como en sexto conocí a otra chica diabética pero ella no se inyectaba estómago, ella lo hacía en brazos, y aunque los folletos dicen que te recargues en una pared y demás, uno hace callito y lo aprende a hacer sin necesidad de recargón ni nada. Cuando cambié a bomba ya no era cuestión de jeringas, era de catéters, como por tres días use unos que se ponían con una pluma, y recuerdo que en campamento todos se inyectaban en brazos y yo era la única en el estómago, por lo tanto fui la única en ponerselo sola, todo fue sencillo porque me pusieron Xilocaína [o es jilocaína, gilocaína? lo que sea].

Hoy en día no recuero cuando fue la últimaez que me puse un catéter, lo hago ya sólo en mergencias, antes lo hacía en el estómago pero me salían ronchitas, así que me he quedado con brazo y nalga que me pone mamá [y en determinado momento a pasado por ahí Vasha, Polly, Diana, Chava...]. Cuando se me cae y no está mamá primero intento reinsertarlo, y si no es posible, me pongo uno nuevo, pero ahora siemrpe es en nalga.
Y es entoncescuando descubí lo fácil que es hacerlo, más sencillo que en brazo, uno se alcanza a ver perfectamente bien y puede pellizcarse e insertar aguja, es lo más sencillo del mundo! Pero aún así, a pesar de sencilles, sigo prefieriendo que mamá lo haga, uno se acostumbar a lo fácil, a que alguien más le haga todo y no uno sólo ve y se queja. Hoy end ía, si es necesario me pongo catéter o me inyecto o se lo hago a alguien más, creo que uno se vuelve indiferente e insensible ante el proceso, uno deja de entrecerrar ojos cuando va anetrar aguja y entonces ólo los abres bien para ver como entra y decir: sí lo estás haciendo chido, o no mames, la estás cagando y me vas a dejar adolorida con un moretón gigante.

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