Sunday, June 24, 2018

Cuando era adolescente

Compraba todas las películas de lenchas que encontraba en Gandhi o en Mixup o en cualquier lugar que vendiera películas. Ahora soy plenamente consciente que lo hacía por la necesidad de pertenencia. Fui a una escuela de monjas, crecí en una familia católica. Antes de avanzar, sí, familia católica pero nunca me dijeron que me iba ir al infierno ni nada, pero ps católica al fin. La escuela ahora, ps sí, de monjas, mis amigos sabían que era gay, pero no vivía afuera del clóset. Cuando iba en áreas dos morras como de cuarto o quinto se besaron en el salón. Que si hubiera sido una pareja  heterosexual los hubieran cagado levemente por besarse en clase y ya, pero aquí a una de las morras la cambiaron de salón y mandaron a las dos con la psicóloga. Cuando salí, supe que expulsaron a la hija de la señora que nos daba derecho y que la habían corrido a ella, supe también que fue porque la hija era lencha y le dijeron a la miss que ps le dijera que no mamara, que estaba mal o algo y la miss dijo que nel, que no tenía por que decirle nada y para afuera las dos. En la escuela nunca nadie me dijo que estaba mal ser gay, pero tenía completamente claro que si salía del clóset iba a haber algún tipo de consecuencia. No supe que era parte de una comunidad.

Y crecí y nunca me sentí parte de la comunidad LGBTQ2, fui a la marcha un par de veces, pero el show, la bandera arcoíris en el cuarto ps nunca fue lo mío. He pensado en escribir este post o en escribir algo, ya no pienso en posts, por unas semanas. Hace unas cuatro semanas vi tres películas de lenchas en Netlflix por un post que alguien puso en facebook. Ayer empecé a ver The Fosters, no veo tele, sólo veo Grey's Anatomy, pero ayer dije meh y vi los primeros seis capítulos. La semana pasada pensé en ir al Pride acá, pensé que ya no era tanto algo de pertenencia sino algo político, vi Queercore durante el festival y leí una semblanza de Patria Jiménez en el fin de semana y sí, pensé eso, después de la tesis hace años veo que la marcha es muchas cosas y no es sólo el desmadre y la fiesta y el reven. 

Llegar a vivir a Vancouver igual me cambió el sentido de pertenencia y la perspectiva. En México llevo pues toda mi vida adulta fuera del clóset, en el trabajo lo estuve, pero era yo, la única lecha (creo) en la oficina, o no se. La vida privada de muchísima gente me era ajena, pero eso. Como que la vida privada era ajena al trabajo, tan lo era así que no se si alguien más era gay. He trabajado en la oficina actual desde febrero, compartimos el piso con otras tres organizaciones culturales, y hace unos meses topé que hay muchísima banda gay, y out and proud, y eso está bien. Un día en la cocina estábamos hablando de betabeles y una señora dijo "Oh, my wife HATES them." y así, normal. Y creo que es algo que yo hago en la vida cotidiana, sí, hablo de Olivia así nomás, pero igual es algo que nunca había topado de alguien más en la oficina anterior.

La vida gay es algo completamente usual. No hay que ir a la Zona Rosa, es solo lo que es. Y es raro llegar a un lugar tan usual, donde las cosas son como deberían serlo siempre. Donde no abren mucho los ojos cuando dices "my wife" porque ps no tiene nada de inusual. He tenido un sentido de pertenencia mucho más grande aquí de lo que lo tuve en toda la vida en México. Y he topado que es porque el ser gay, el orgullo gay no es sólo el ir a la marcha, es el platicar de tu esposa en la oficina y ver que se refieren a la morra de la oficina de a lado como "queer leader".

Paréntesis. En la oficina anterior sí había otra señora lencha. Y era claro por múltiples razones pero también porque traía una pulsera con arcoíris. Y eso. Es el reconocimiento a través de una pulsera, nunca hablaba de nadie, nunca escuché que dijera "mi esposa/mi novia" pero tenía la pulsera, y creo que en eso se resume la vida gay, por lo menos en mi experiencia, en México, en ser gay pero quedito. Y esa es la diferencia aquí, creo, es el we are all queer but we don't go shouting about it because there's no need to, y eso está bien. Es el reconocimiento y la normalización. Y creo que por eso también he querido ir al Pride, porque nunca me había sentido tan reconocida y tan parte de una comunidad, porque no necesito una pulsera de arcoíris, como cuando era teen, para sentirme parte de algo. Porque se que soy parte y que hay un chingo de gente que es parte sólo viviendo la vida cotidiana.