Wednesday, January 09, 2013

Telera llegó

Y la quise prácticamente inmediatamente. Luego tuvimos pedos, se comió un chingo de cosas y el colmo fue cuando se comió mi Norton, el libro al que más valor le he dado en la vida, y me enojé al punto en que la quería afuera de la casa, de cualquier forma, si no la fui a botar a un albergue, si no la llevé al parque y le solté la correa ni me fui, fue porque a pesar del enojo infinito que sentía, la seguía queriendo.

De cierta forma el amor que uno siente por sus perros es más auténtico que cualquier otro, o sea, no es que valga más, no es que sea más grande, no es que se me haga más importante, es que es completamente incondicional, es que es amor y sentido de responsabilidad. Es que uno los quiere sin esperar jamás nada porque no son seres racionales como humanos, es que uno lo siente nada más porque sí, nada más porque porque son ellos.

Hoy llegué y les abrí la puerta como siempre a los perros. Bajé la escalera, abrí ,entraron y daban de saltitos. Hice la misma rutina de siempre: abrí, les di palmaditas y fui a dejar mi mochila a la cama. Y ahí estaba desabrochándome y Telera brincó a la cama y daba de saltitos y me estiraba los brazos. La abracé como siempre, le dije de cosas y seguía en emoción plena.

Fui a fumar un cigarro al sillón, se me sentó Nugget en las piernas, Pepe a un lado y Telera se trepó en lo que me quedaba de piernas y fue bien triste. Hablaba con los perros como siempre y entonces le decía cosas a Telera, y lloré como estúpida y le hice promesas porque es todo lo que puedo hacer, le hice promesas y le hablaba como si me entendiera porque tal vez remotamente entienda algo de lo que le digo. Tal vez no, claro, pero tal vez el pasar todos los días con humanos hace que tope el significado de determinadas palabras.

Telera me lamía la cara en el sillón y yo no dejaba de repetirle prácticamente las mismas frases porque es lo único que puedo hacer.

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